Cerrando brechas en las finanzas familiares

La promesa de la bendición
Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy… Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir… Jehová te enviará su bendición sobre tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da…Y te hará Jehová sobreabundar en bienes, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, en el país que Jehová juró a tus padres que te había de dar. Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a muchas naciones, y tú no pedirás prestado… Deuteronomio 28:1-14
Estas son palabras, promesas que deberíamos ser capaces de alcanzar aquí en la tierra. El salmista dice “desmayaría si no creyera que veré la bondad de Dios en la tierra de los vivientes”. A veces consideramos que estas promesas debieron haber sido solamente para el pueblo de Israel, porque a nosotros nunca nos llegan, pero esto no es cierto. Esto no es un mensaje que pretende esparcir el evangelio de la prosperidad, pero sí queremos reconocer que en el mensaje del evangelio, hay prosperidad, principalmente espiritual, riquezas invisibles.
Aquí veremos una lista de pecados que son comunes en la mayoría de las personas y que podemos entregar a Dios para que estas brechas sean cerradas. Esto implica reconocer algunos patrones de comportamiento que hemos tenido nosotros mismos, que hemos contemplado en nuestros padres, e implica leer con madurez espiritual, admitir lo que hemos hecho y cómo nuestras propias decisiones nos llevaron a estas situaciones de pobreza y necesidades. Solamente con un espíritu dispuesto al arrepentimiento, la confesión y la entrega podemos seguir avanzando en el proceso que plantea este documento.
La idea es que no avancemos en este proceso simplemente por el deseo de “tener dinero”, aunque alguna de las entregas que realizaremos nos librarán de la esclavitud del amor del dinero. De cualquier modo, la invitación es que puedas entregar al menos las cosas mencionadas en este documento, y el espíritu de Dios traerá a tu mente todo aquello que necesita ser entregado de forma particular y que no esté mencionado aquí.
Este suele ser un proceso que no es de un solo momento, sino que requiere de terapias en la cual a solas con Dios o con la ayuda de un intercesor y a través de los principios de psicología presentados en las escrituras podemos buscar la raíz de todas estas creencias erradas por las cuales vivimos. Algunos pueden estar capacitados para entregar todas estas cosas de una sola vez. Podremos sentirnos tentados al finalizar este proceso a preguntarnos, Entonces, ¿dónde están los resultados de la terapia? No veo que mi economía esté mejorando. Pero esto es evidencia clara de que aún no se ha resuelto todo en cuanto a la economía.
La brecha principal
El primer gran problema de la humanidad, en todos los aspectos puede rastrearse hasta las decisiones y los intercambios que hubieron en Edén después que Adán y Eva hubieron creído las palabras de la serpiente. El orgullo, la independencia de Dios, los apetitos de la carne, la idolatría, la adoración de lo visible, la desconsideración por la Ley y la Palabra de Dios, todo puede verse allí mismo y esto lo vemos manifestado en la raza humana hasta hoy.
¿Cuál es el principal problema que nos impide acceder a las bendiciones de Dios, particularmente a las bendiciones económicas, y por qué cuando las tenemos parece que se nos van de nuestras manos como arena entre los dedos?
En primer lugar, la mentira que la serpiente implantó en el hombre cuando este le creyó es que había un poder en sí mismo el cual le permitiría vivir independientemente de Dios, por ende, el hombre ya no necesita depender de su Padre ni espiritualmente, ni físicamente, todo lo puede obtener por sí mismo. El hecho de creer esto impide que el hombre esté dispuesto a recibir las bendiciones de Dios, y esto nos lleva a entender que la maldición que “Dios le da al hombre”, en realidad es una declaración de las consecuencias que el hombre iba a cosechar por haber tomado esa decisión y por plantar en su corazón, en lugar de la semilla de la palabra de Dios, la semilla de las palabras del enemigo:
Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. Génesis 3:19
El antídoto contra esta mentira, de creer que nosotros mismos por nuestros propios medios podemos sostenernos lo encontramos en las palabras de David:
Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. 1 Crónicas 29:14
Para el pueblo de Israel era mucho más fácil reconocer esta verdad. Las ofrendas que presentaban, el vino, el aceite, los animales, los granos y los frutos, era todo lo que habían cosechado de la tierra. Ellos no proveían a la tierra de vida para que esta de fruto, tampoco enviaban las lluvias sobre las cosechas, la lluvia temprana y la tardía no llegaba por voluntad de ellos. Ellos eran meramente mayordomos, encargados de sembrar la semilla, cuidar de ella y esperar por las lluvias para que dé su fruto.
Hoy en día es un poco más difícil reconocer que todo viene de Dios. No tenemos en nuestras manos frutos, granos o animales que ofrecer; sino que vamos, trabajamos en lo que sea que nos sirva para ganarnos la vida y diariamente, semanalmente o mensualmente, recibimos el pago en nuestra mano. En ocasiones una transferencia bancaria. Este sistema está muy desconectado de los elementos de la naturaleza que Dios dispuso para que comprendamos su dadivosidad. Pero en estos casos podemos mirarnos a nosotros mismos, el único elemento creado por Dios que queda a través del cual podemos entender que todas las cosas vienen de él.
Nuestro tiempo, nuestro intelecto y nuestras fuerzas son bendiciones de Dios, nosotros no las creamos por nosotros mismos, somos meramente mayordomos, y podemos obrar para elevar y ennoblecer estas facultades, pero nacemos con ellas y las heredamos como cualquier hijo de la raza humana. Comprendiendo esto nos damos cuenta que efectivamente nada es nuestro y de lo recibido de su mano le damos.
Lo principal de lo que necesitamos liberarnos en oración es:
- De haber confiado en nuestra propia fuerza y nuestra propia carne para sostener nuestra vida. Hemos creído que por nosotros mismos fuimos capaces de sostenernos económicamente y creímos que nuestra vida provenía de nuestros propios esfuerzos para sostenernos, independientemente de Dios.
- De haber declarado estas cosas con nuestros labios y haber implantado esta idea en otras personas, en nuestros hijos y familiares, usando frases como “tenés que ganarte la vida” o “tenés que ser alguien en la vida”, implicando que sin dinero, trabajo o título no somos nada, y negando el valor y la identidad que vienen de nuestro Padre.
- Renunciar a haber declarado estas cosas, renunciar a haber dependido de nuestros propios esfuerzos, y declarar que de aquí en adelante queremos depender solamente del sostén que Dios nos provea, de la forma que él considere más conveniente, reconociendo que verdaderamente todo proviene de su mano y no de la nuestra.
Adoración a lo visible, herencia y contemplación
Traemos como herencia la adoración a lo visible, dónde en nuestras células ya traemos el chip de que lo visible es más valioso que lo que no se vé. Ignorando que la fuente de todas las cosas visibles son las invisibles. De éste modo colocamos ese valor sobre lo visible/palpable por encima de lo invisible/espiritual. Esto lo vemos reflejado en que nos preocupamos demasiado si nos estamos quedando sin ingredientes principales en la cocina y no tenemos para comprar, pero resulta que si hace 3 días no leo la biblia, no me causa esa preocupación. Se descuida a la familia, el cuidado, los afectados, lo espiritual, por buscar trabajar más para suplir aquellas cosas que necesitamos ver en nuestras mesas, alacenas, roperos. Los hijos están ahí, y eso es suficiente, sólo porque los vemos, pero no suplimos las cosas que no se ven, sino que nos preocupamos por darles lo visible.
Ésta adoración a lo visible nos lleva a descuidar en muchas ocasiones las cosas fuentes y principales en nuestras vidas.
Debemos liberarnos de la herencia que acarreamos desde el Edén, cuando Eva cayó porque aquel fruto VISIBLE tuvo para ella más valor que las palabras de Dios. Si ella hubiera valorado la palabra de Dios por sobre la fruta visible y atractiva, nunca hubiera padecido ninguna necesidad, pero al haber cambiado el rol del valor, ahora el enemigo tenía acceso a eso, y podía hacerlos padecer. Por aquella adoración incorrecta a lo visible, tuvieron que conseguir esas cosas visibles con el sudor de su frente. Este pensamiento pasó de generación en generación y fue en aumento hasta hoy, dónde la gente mata por lo visible.
De eso debemos liberarnos, y de haber contemplado ese mismo espíritu en aquellas personas que tuvimos como autoridad, de las cuales nuestras neuronas espejo copiaron y nos abrieron ésta brecha hoy, debemos pedir perdón por todo daño causado a raíz de este mal.
Acepción de personas y superioridad
Hay algo delicado y complicado de reconocer acá, pero es clave. Si yo veo o ví (y tengo escondido por nunca haberlo entregado) a dos personas, una muy adinerada, viviendo en lujos, y una persona juntando en la basura, y en mi mente consideré que la que tenía todo era más o mejor que aquel que estaba en un estado de pobreza, entonces estoy haciendo acepción de personas. Si me siento menos que el que tiene más cosas visibles que las que yo tengo, entonces estoy haciendo acepción de personas, y esa creencia (consciente o inconscientemente) nos llevará a que cuando tengamos riquezas nos consideremos superiores a aquellos que no las tienen, de esa manera estamos poniendo nuestro valor en las posesiones que tenemos.
Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? Santiago 2:2-4
Debemos librarnos de toda clase de acepción de personas, la que traemos por herencia, y las que hemos contemplado en aquellos que eran autoridad para nosotros, librarnos de toda clase de superioridad (para ésto se necesita un análisis y escudriñamiento del corazón, porque no se suele ver a simple vista). Debemos pedir perdón por todo daño causado por esta acepción de personas y sentimientos de superioridad.
Impaciencia, herencia y contemplación
Todos traemos como herencia el no saber esperar, y es algo muy común en el mundo actual, que todo esté fabricado y diseñado para ser obtenido instantáneamente, sin esperar, ¿Por qué será? Cuando usualmente planteo este punto, lo primero que se viene a la mente es: ¿Tengo que esperar mientras mi familia muere de hambre? ¿Estoy pasando necesidad y me decís que la brecha es que no sé esperar? Y aclaro en qué punto ésto abre una brecha y le da al enemigo dominio sobre nuestra economía.
El enemigo se encarga que a todos de diferentes maneras se nos enseñe a no esperar, pero no sólo eso, sino que cuando nos toca esperar y lo hacemos con el deseo de obtener aquello que esperamos, cuando llegue el tiempo de recibirlo se nos arrebate, o suceda algo que nos lleva a otra larga espera, para volver a chasquearnos y no obtener lo que deseábamos. Ésto hace que la espera para nosotros tenga una connotación mala, esperar se vuelve un sufrimiento, y no sólo por el tiempo de espera, sino por la incertidumbre o el miedo de lo que vayas a obtener luego. La espera no se vuelve algo dulce, sabiendo que lograremos al final alcanzar aquello anhelado.
Conociendo el carácter de nuestro Padre, Él no desea hacer esperar a sus hijos para suplirle lo que necesitan, ni hacerles pasar necesidad. Él siempre está presto para solventar todo aquello que necesitamos. El problema es que cuando no sabemos esperar, y desde pequeños ya heredamos una brecha que nos enseñó que la espera no es buena, o que no da buen fruto; cuando contemplamos a nuestros padres no sabiendo esperar, o con el mismo concepto erróneo acerca de ello, el enemigo puede a través de esa brecha tomar control sobre la espera, para hacernos sufrir a través de ella.
El enemigo coloca espera en donde él desea y sabe que nos vamos a quejar contra Dios, maldecirlo, y el mejor lugar donde colocarla es en relación a lo económico.
Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. Job 2:9
Debemos liberarnos de éstas cosas, de las situaciones que abrieron aquella brecha, de la herencia y contemplación, y de todos los daños cometidos por no saber esperar.
Herencia de la preocupación por la economía
La mayoría, si no todos, acarreamos con una preocupación por la economía, es una herencia que traemos. Cuando un matrimonio piensa en casarse, la primera preocupación no es ¿cómo voy a cumplir mi rol sacerdotal dentro del hogar?, sino en cambio, se piensa como se va a sustentar la familia, y cuando se enteran de que van a tener un hijo, su primera preocupación no es ¿Podremos revelar el verdadero carácter de Dios a nuestro hijo, y darle correctamente su valor?, sino que una de las mayores causas de preocupación es ¿Podremos sostenerlo con esta economía?
Eso lo recibimos como herencia desde el vientre de nuestra madre, de ésta herencia debemos liberarnos, porque esa preocupación, pone nuestra economía a merced del enemigo.
Cuando contemplamos a las figuras de autoridad estando en un estado de preocupación por la economía, copiamos no sólo la misma preocupación, sino la mismas maneras de resolverlo. Y si no llevamos adelante el mismo curso de acción que ellos tomaban para resolver la situación, la preocupación crece aún más, hasta desmedidamente. Debemos entregar esta contemplación y todo daño que hayamos hecho a causa de ésto.
Tener noción o preocupación por la economía desde temprana edad
El ser conscientes de la economía familiar a temprana edad abre una puerta a la preocupación excesiva siendo adulto. Cuando el niño se preocupa por las necesidades del hogar desde muy pequeño, carga sobre sí una responsabilidad (aunque sea sólo mental) que abre una brecha al enemigo a lo largo de su vida. Se debe entregar a Dios todo lo concerniente o relacionado con ésto.
Amor o adoración al dinero / sentirse valorado por eso
Debemos renunciar en el nombre de Jesús al amor al dinero, a aquel Dios que gobierna nuestra mente. Porque cuando falta algo toma posesión de nuestros pensamientos, de nuestro humor, y muchas veces de nuestras acciones. Este es un punto clave que debemos reconocer porque no hay ser humano sobre la tierra que escape a este punto hasta que lo reconozca y lo entregue. Lo primero que se vendrá a la mente será “ese no soy yo”, “yo no amo al dinero”, pero esa es la mentira de la serpiente intentando defenderse a sí misma dentro de nuestra mente, que es el campo de batalla.
porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. 1 Timoteo 6:10
Debemos buscar la raíz en las maneras en que, en su infancia, haya obtenido valor a través de esto.
Muchas veces el niño que no encuentra valor en las cosas invisibles como afecto, tiempo de calidad, palabras de aprobación, se esconde en aquellas cosas visibles para ser validado, o muchas veces los mismos padres le demuestran valor a través de esas cosas. He aquí la raíz de este gran dios, el cuál debemos derribar y pedir perdón por haber adorado. Todos en algún aspecto adoramos al dinero, debemos renunciar a eso.
Entrega de la situación económica en la niñez
Se debe hacer una entrega a Dios de la situación económica que vivimos en nuestra niñez, porque aquella vida que hayamos pasado desde pequeños nos abre una brecha que condiciona nuestra economía actual al mismo estado que la de nuestros padres.
Ejemplo práctico:
Un niño que vivió extrema pobreza, llegando al límite de buscar en la basura para poder sobrevivir, se hace adulto, tiene familia, trabaja y logra una economía estable determinado tiempo, pero siempre de una y otra manera termina en la pobreza, en la falta aún de las cosas básicas, cuándo ésto detona, mucho más si ese estado económico causó un daño psicológico, aquel niño ya adulto, termina buscando en la basura para alimentar a su familia. Aquello que teme le sobrevino.
Así aquello que tememos en nuestra economía, casi inevitablemente nos sobreviene, y tememos porque hay una brecha que cerrar, una herida que sanar.
Se debe entregar la condición económica en la que nuestros padres nos tuvieron en nuestra niñez, principalmente en los primeros 7 años de vida, pedir perdón por daños causados aún a nuestra familia a causa de eso, y perdonar a nuestros padres por habernos mantenido en esa condición a causa de sus brechas.
Entrega de las brechas económicas de nuestros padres espirituales
Así como las brechas económicas de nuestro padres nos afectan y condicionan, porque son los que están por encima nuestro. De la misma manera, nos afectan las brechas económicas que abrieron nuestros padres espirituales. Aquellos que tienen autoridad espiritual sobre muchos, si no obran conforme a la voluntad de Dios respecto a la economía, abren brechas que perjudican a los que están por debajo de ellos en el canal de bendición.
Debemos pedir perdón en nombre de la iglesia, por haber usado indebidamente y con propósitos egoístas, el dinero que se debía usar para el avance del evangelio. Por usar el evangelio para lucrar de manera ambiciosa, así como lo hizo el pueblo de Dios en los tiempos de Jesús.
Mateo 21:12-13
Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
El pueblo de Dios se habia convertido en ladrones del evangelio gratuito que Dios había previsto, dejando en miseria a los que estaban por debajo suyo. No muy lejos está el estado de nuestros padres espirituales de la iglesia de hoy.
Esa obra de limpieza que Cristo hizo en el templo, es la obra que él desea hacer en nuestro templo, nuestra mente. Librarnos de esas brechas abiertas por nuestros padres espirituales, que hoy en día nos mantiene en una condición no muy lejos que la del pueblo en los tiempos de Jesús.
Entreguemos ésto a Cristo en oración, junto con los conceptos errados que ellos nos han inculcado acerca de la economía. Declarando perdón a ellos por éstas cosas.
Liberación del robo a Dios
Éste es otro punto importante y a veces difícil de digerir, porque a ninguno de nosotros nos gusta decir que le robamos a Dios, pero la biblia lo expresa de la siguiente manera:
Malaquías 3:8
¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.
Es una realidad triste, que un hombre le robe a Dios. No robamos sólo cada vez que no pusimos los diezmos y ofrendas, porque sabemos que el pecado se ejecuta en la mente del ser humano, y luego se hace manifiesto en el acto.
Robamos a Dios cada vez que pusimos el diezmo con pesar o desconformidad, cada vez que lo hicimos solo impulsados por el temor a no recibir bienes económicos (pensamiento inculcado por la iglesia), o con miedo a que si colocabamos el diezmo no nos alcanzaría para los gastos diarios.
Todos éstos aspectos demuestran, que no reconocimos en nuestro corazón a Dios como nuestro sostén, el dador de todo, el proveedor de nuestra vida y bienes. Aunque en ocasiones hayamos puesto los diezmos y ofrendas, pero en nuestro corazón considerabamos que era nuestro dinero, no estábamos reconociendo a Dios.
Esa brecha pone nuestros bienes a merced del enemigo, por eso Dios después de haber dicho que la nación toda le había robado, dice lo siguiente:
Malaquías 3:10
Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.
Nuestro Padre desea derramar sobre nosotros bendiciones hasta que sobreabunde. Pero no puede hacerlo si declaramos con nuestros pensamientos y acciones, que Él no es el dador de todo lo que poseemos, le atamos las manos a Dios.
El enemigo declara dominio sobre nuestros bienes cuando no reconocemos a Dios, si en nuestro corazón reconocemos verdaderamente que Él es el dador de todo, se va a ver manifiesto visiblemente en nuestra fidelidad en los diezmos y ofrendas.
De esa manera Dios puede no sólo bendecirnos, sino también, cercar nuestros bienes para que el enemigo no pueda tocarlos.
Por eso dice que pongamos los diezmos y no va a faltar alimento en nuestra casa. Su llamado es a que lo reconozcamos profundamente como la fuente y dador de todo lo que poseemos, y eso le va a permitir a Él, poder bendecirnos hasta que sobreabunde.
Debemos pedir perdón a Dios por todas las veces que no fuimos fieles a Él en los diezmos y ofrendas, por no haberlo reconocido como nuestro proveedor, renunciar a ese pensamiento en el nombre de Jesús.
Continuaremos actualizando este artículo según la necesidad y los casos que vayamos conociendo en nuestra vida o la de las demás personas que nos acompañan
