Crucifixión, reposo y resurrección

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Los espíritus necesitan reposo, este es un principio que hallamos en las Escrituras aunque no de una manera tan clara como quisiéramos. Puede ser difícil de hallar pero esta ahí. La primera vez que Dios me habló de esto, estaba reflexionando sobre mi relación con mi esposa y cómo yo podría darle reposo a ella. Me llevó al siguiente texto

Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí. Lucas 11:24

“Claro”, pensé, “los espíritus buscan reposo”. Todo espíritu busca un lugar donde reposar.

Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Isaías 11:2

El espíritu de Cristo reposa sobre Cristo, pero cuando halla una casa donde reposar donde hay turbación, no reposa, sino que es contristado.

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Efesios 4:30

A medida que Dios me hablaba de estas cosas, consideraba que yo ya había escuchado este principio antes, y comencé a hacer memoria. Recordé el principio de la cruz invisible o la cruz presente. Cuando rechazamos la luz concerniente a las cosas de Dios, Cristo es crucificado por nosotros. Viene su espíritu buscando reposo en nuestro tabernáculo, nuestro cuerpo, y cuando llega lo crucificamos. Es herido en casa de sus amigos[1].

Por otra parte, cuando le permitimos entrar, y le abrimos la puerta, entrará y cenará con nosotros y nosotros con él[2].

Viéndole los hijos de los profetas que estaban en Jericó al otro lado, dijeron: El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo. Y vinieron a recibirle, y se postraron delante de él. 2 Reyes 2:15

Y habían quedado en el campamento dos varones, llamados el uno Eldad y el otro Medad, sobre los cuales también reposó el espíritu; estaban estos entre los inscritos, pero no habían venido al tabernáculo; y profetizaron en el campamento. Números 11:26

Esto nos recuerda un poco al proceso visible que Jesús pasó en la tierra: crucifixión, descanso y resurrección. Estos tres eventos podemos verlos representados de manera profética en los Salmos 22, 23 y 24. Cada uno de estos textos habla correspondientemente de cada una de estas fases que le dan título a esta sección. Hemos leído el Salmo 22, y la pregunta que hacemos es si nos hemos sentido identificados con todo aquello que Cristo sufrió. Eso es lo que le hemos hecho a Cristo nosotros, lo que sus enemigos le hacen ¿Será que lo hemos considerado de esa manera? ¿O siempre quienes lo hicieron sufrir los vemos de manera ajena a nosotros? ¿Qué nos enseña el principio de la cruz presente?

y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, [es imposible que] sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Hebreos 6:5-6

¿Qué hacemos cada vez que lo crucificamos nuevamente?

Todos los que me ven me escarnecen;

Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo:

Se encomendó a Jehová; líbrele él;

Sálvele, puesto que en él se complacía.

Salmos 22:7-8

Eso es lo que hacemos cada vez que ignoramos sus sufrimientos y decimos que él es Dios, por lo tanto no puede sufrir o tiene la fuerza suficiente para soportarlo, y que no deberíamos preocuparnos por él.

No te alejes de mí, porque la angustia está cerca;

Porque no hay quien ayude.

(v. 11)

Ahora entendemos por qué Cristo nos instó a negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz y seguirlo. Para que haya quien ayude, porque lo que Cristo siente en la cruz, es un reflejo de lo que invisiblemente siente desde el momento que aquel se rebeló contra el cielo despreciándolo e inmolándolo.

Abrieron sobre mí su boca

Como león rapaz y rugiente...

Me ha cercado cuadrilla de malignos;

Horadaron mis manos y mis pies…

Repartieron entre sí mis vestidos,

Y sobre mi ropa echaron suertes.

(v. 13, 16, 18)

Y esta es la verdad, cada vez que nos lanzamos a acusar a Dios de nuestros males, a rogarle que se vengue por nosotros o a culparlo de alguna manera, estamos abriendo nuestra boca sobre él como león rapaz y lo estamos acusando de culpa, manchamos sus vestidos y anunciamos que él no es el cordero perfecto, manso y humilde que vino al mundo para reflejarnos el carácter del Padre. Estamos diciendo que el riesgo y el sacrificio sufridos al venir a la tierra no han servido de nada, y eso es lo que transmitimos a quienes nos rodean.

Cristo necesita descanso. Él necesita el reposo porque esto es lo que le hemos hecho durante tantos años, hasta ahora que nos dedicamos a conocerlo de una manera más profunda y verdadera. Finalmente llega el reposo para Él, y podemos verlo expresado maravillosamente en las palabras del Salmo 23

Jehová es mi pastor; nada me faltará.

En lugares de delicados pastos me hará descansar;

Junto a aguas de reposo me pastoreará.

Confortará mi alma;

Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.

Salmo 23:1-3

Jehová es el pastor de Jesús, el único que puede darle el verdadero reposo como un Padre a un Hijo. Nada le falta al hijo de Dios incluso en su muerte. Ha reposado finalmente y Jehová lleva su espíritu a delicados pastos para descansar, junto a aguas de reposo. Entendemos que toda promesa del Salmo 23 es una promesa para nosotros también, el Salmo 23 es una declaración plena de confianza en el Padre incluso en el valle sombrío de muerte por el cual Jesús pasaba durante aquel momento.

Para nosotros esto es la muerte a uno mismo y el despojo de uno mismo. Diariamente Cristo sufre las agonías de la crucifixión, diariamente su espíritu reposa y es confortado por su Padre. Diariamente nosotros nos despojamos de nosotros mismos, tomamos la cruz y lo seguimos, y para eso diariamente debemos morir a nosotros mismos y recorrer ese valle sombrío de muerte, pero entonces no teme nuestro corazón porque Él está con nosotros. Todo esto es con el propósito de que de gloria en gloria, entonces, avancemos a los triunfos que nos enseña el Salmo 24, el cual profetiza su resurrección y las condiciones en las cuales él resucita.

Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. 2 Corintios 3:18

Es entonces cuando Cristo es resucitado.

¿Quién subirá al monte de Jehová?

¿Y quién estará en su lugar santo?

El limpio de manos y puro de corazón;

El que no ha elevado su alma a cosas vanas,

Ni jurado con engaño.

Él recibirá bendición de Jehová,

Y justicia del Dios de salvación.

Tal es la generación de los que le buscan,

De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob. Selah

Salmo 24:3-6

Una descripción exacta de la vida de Jesús, las instancias en las cuales vivió y murió, una vida sin pecado. Tal es la descripción de aquellos que habitarán en su lugar santo. Y ese es el punto. Veremos el cielo, la santa ciudad, la tierra nueva, el monte de Dios, veremos su creación y sus almacenes preparados para proveer a todo el universo de manera eterna y constante. Pero ahora, aquí abajo, lo más cercano que podemos hallar a Dios, es en su lugar secreto. Para nosotros hoy, ese es su lugar santo. Allí podemos encontrar la presencia de Dios. Con las vestiduras que Cristo nos provee, podemos encontrarnos con él en ese lugar secreto, pero debemos ir libres de la culpa, hechos justos por la palabra de Jesús.

Apenas el Salmo 24 termina de definir quién entrará en aquel lugar y morará en su lugar santo, tenemos al primogénito de los muertos, un hombre, el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios, aproximándose a las puertas de los cielos, irreconocible por los ángeles, pero se les anuncia. El que viene es Jehová, el que venció:

Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,

Y alzaos vosotras, puertas eternas,

Y entrará el Rey de gloria.

¿Quién es este Rey de gloria?

Jehová el fuerte y valiente,

Jehová el poderoso en batalla.

Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,

Y alzaos vosotras, puertas eternas,

Y entrará el Rey de gloria.

¿Quién es este Rey de gloria?

Jehová de los ejércitos,

Él es el Rey de la gloria. Selah

Salmo 24:7-10

El espíritu de Cristo se aproxima al ser humano, porque Él prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Pero al venir en su espíritu, puede ser crucificado por nosotros, puede reposar sobre nosotros y puede ser resucitado en nosotros, es decir que puede ser burlado, vituperado, azotado y herido por nosotros. Puede hallar descanso en un hombre dispuesto a sentarse a compartir una cena con él, y consecuentemente puede ser resucitado en aquel hombre que luego de aquella cena con el Señor, decidió morir a sí mismo para que Cristo viva en él.

Esto me lleva a la cuestión del comienzo. Los espíritus necesitan reposo, anhelan encontrar reposo. El espíritu de nuestras esposas ansían encontrar reposo en nosotros, y consecuentemente nosotros deberíamos anhelar hallar reposo en Jesús, para poder proveerles de eso.

Esto nos lleva a considerar algunas cosas ya en el nivel psicológico, porque es lo siguiente en la línea de órdenes después de lo espiritual. Del espíritu al alma y del alma al cuerpo.

Nuestras esposas tienen un pecho visible en el cual reposar, el nuestro. Deberíamos instarlas a hallar reposo ahí muy a menudo, porque ellas están en el canal, ellas hacen todo de nosotros visible y viven contemplando lo visible. Por eso sus pechos son visibles, en el sentido de que se notan incluso llevando ropa puesta. En el Modelo Divino, el pecho de la mujer es un canal del pecho del hombre, porque donde la mujer halla bendición y reposo, en la manifestación visible, los hijos hallan bendición y reposo: el alimento y la conexión emocional con su madre[3].

Para ellas es un descanso encontrar reposo en un pecho visible. Está ahí, es literal, físico y pueden verlo, pero nosotros dependemos de un pecho invisible, el de Cristo, ahí debemos colocarnos para recibir su espíritu, la bendición de ser llamados Hijos de Dios[4]. Esto lo logramos entrando al lugar secreto de la oración, en comunión con Él y confiando en su Palabra, la palabra que nos dice que somos los hijos amados de Dios.

Allí, en nuestro pecho, los espíritus de nuestras esposas hallan reposo, y allí en el pecho de ella, el espíritu de nuestros hijos halla reposo, hasta el día que se van de la casa, a la casa de otro hombre y al pecho de otro hombre, en el caso de nuestras hijas. Nuestros hijos deben recibir una instrucción especial, los varones para aprender a depender del reposo que Cristo da y nuestras hijas para saber elegir con sabiduría un esposo que provea para ella y a confiar en el consejo de sus padres. Una esposa que conozca el Modelo Divino, porque sujeta a un hombre con pasiones humanas, necesita interceder por él en los casos donde él se vuelva incapaz de proveer el descanso.

La pregunta que debemos hacernos tiene que ver con la cuestión de si estamos siendo la fuente del reposo en nuestras familias. Nos preguntamos por qué la mujer tiene esa capacidad de ordenar, limpiar y perfeccionar la casa. Por qué desea cambiar las cosas de lugar de manera que quede más atractivo o con un funcionamiento más eficiente. Por qué quiere tal o cual reloj o prefiere el sillón que combina con la alfombra y con la mascota. Moviéndonos de lo psicológico a lo físico, ellas pueden hallar reposo en una casa.

Considerábamos al comienzo lo que pasa con el espíritu que es expulsado de la casa y anda por lugares desiertos buscando reposo, no lo halla y decide volver a la casa. Deberíamos ser capaces de proveerles de un hogar estable donde puedan desempeñarse y crecer como esposas y mujeres, para que las buenas dádivas de Dios puedan fluir más fielmente a través de ellas. Si como esposos no les damos estabilidad y estamos llevándolas de acá para allá, difícilmente hallen descanso. Si las tenemos en casa de nuestros padres o los padres de ella por comodidad o ahorro, no están descansando. Si hay un elemento extraño en la casa que no les permite descansar, estarán agotadas y lo primero que se verá afectado es su relación con el esposo, su salud psicológica y si sigue avanzando el problema, su salud y aspecto físico.

A veces es difícil la tarea de encontrar un hogar donde desarrollar una familia en paz y nuestras esposas encuentren el reposo que queremos darle, pero entonces debemos reposar en el seno de Cristo y presentarle nuestra situación, para que de su mano lleguen los tiempos de refrigerio. La falta de reposo de nuestra esposa debería representar ocupación de nuestra parte, y debería poner en marcha el deseo de entregarnos a nosotros mismos a nuestra esposa para que ella descanse. Hay un vínculo muy fuerte entre la salud espiritual de una esposa y la salud física de la casa.

Gotera continua en tiempo de lluvia, y la mujer rencillosa, son semejantes; Proverbios 27:15

La mujer sabia edifica su casa; Mas la necia con sus manos la derriba. Proverbios 14:1

Mejor es vivir en un rincón del terrado Que con mujer rencillosa en casa espaciosa. Proverbios 21:9

Porque la bendición del padre afirma las casas de los hijos, pero la maldición de la madre arranca los cimientos. Eclesiástico 3:9

Puedo decir de primera mano y por experiencia propia, que una esposa no halla descanso hasta que hay estabilidad en su casa, su casa espiritual, su casa psicológica y su casa física. Si oímos reclamos continuos como una gotera y quejas constantes de cansancio, debemos entregar este problema en las manos de Cristo y rogarle que él actúe en nosotros para que sepamos cómo abordar la situación. En primera instancia, darle el reposo espiritual, para lograr esto, debemos estar nosotros reposando en Cristo. En segunda instancia, darle el reposo psicológico, ese lugar de afecto entre nuestros brazos y debajo de nuestro mentón le pertenece exclusivamente a ella. Y finalmente, darle el reposo físico, la estabilidad de un hogar y una casa en buen estado.

La idea de este artículo es la siguiente: si deseas saber cuánto reposo estás hallando, cuánto estás descansando, es momento de contemplar a tu esposa porque ella es quien lo hace visible.


[1] Zacarías 3:6

[2] Apocalipsis 3:20

[3] Este modelo está más ampliamente desarrollado en el libro de Adrian Ebens “Consolador”, capítulo 12: “El modelo divino del pecho”,

[4] Esto no implica que las mujeres dependan de nuestro pecho para llegar al de Jesús y que no deban tener una relación personal con él, aunque a medida que Cristo se manifieste en nosotros, su reposo en nosotros será mayor, porque será el reposo de Cristo a través de nosotros.

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